Lo de Afganistán me resulta inexplicable. Ni compartí los motivos con los que las potencias justificaron en su momento la intervención de Occidente, ni comparto los que han llevado al abandono del país en manos de los Talibanes.
Aquellos polvos nos trajeron estos lodos y la victima de la geopolítica es Afganistán, un país sin sosiego ni estabilidad en los últimos veinte años. Los países occidentales que dicen defender los valores de democracia y libertad deberían revisar sus intervenciones en terceros países y las consecuencias devastadoras que dejan tras de sí.
Lo de Afganistán es un desastre sin paliativos. Al pueblo afgano le espera un futuro nada esperanzador, en especial a las mujeres y las niñas que sufrirán el sometimiento, la invisibilidad social y la perdida absoluta de derechos bajo el régimen talibán.
De un plumazo las mujeres de este país han vuelto a la edad media y han visto abolidos todos sus derechos, desde la pérdida de identidad a la educación y el derecho a moverse libremente. Deberán ir tapadas de los pies a la cabeza, sin poder trabajar fuera de casa. No podrán hablar o reírse en voz alta, ni dar la mano, ni salir solas si no van acompañadas de un varón de la familia. Si lo hacen irán a la cárcel, o incluso serán dilapidadas.
¿Dónde quedan sus derechos humanos? ¿Cómo es posible que sean pisoteados unos derechos que nos han costado más de cien años de lucha, sin que tiemblen de indignación las plazas o los parlamentos de todo el mundo?
Encarna García Jiménez, portaveu del grup municipal de Viladecans en Comú.
Publicat a la Revista Viladecans, núm. 285, d’octubre de 2021.